top of page

El artículo más difícil

agudoelisa

Empecé este post en Navidad. Iba a ser una recopilación del 2016 para enviarlo como felicitación del Año Nuevo. Pero según las palabras iban brotando, supe que iba a ser el artículo más difícil que escribiera en esta etapa, porque se trataba de una despedida.Hace tanto tiempo que quería escribir esta entrada porque mi mente se ha estado debatiendo entre enfocarla como ese adiós o como una bienvenida. Las horas del viernes pasan y yo estoy aquí sentada tratando de poner en voz alta toda esta amalgama de pensamientos y otorgarles un orden. El orden que me permitirá transmitirte lo que ha significado este periodo para mí.

Custom alt text

QUIÉN DIJO IMPOSIBLE ha sido mi criatura. Esa criatura que he parido, amamantado, criado y mimado los últimos 7 años de mi vida. Sé que puede sonar excesivo, presuntuoso o sin sentido. Y sé que quizá tú, que eres padre/madre, te digas que no sé de lo que estoy hablando, visto que no tengo críos. Pues bien, yo te digo que esto ha sido lo más parecido a un hijo que por ahora haya podido tener. Y te habla alguien con dos cachorros en casa, que ya sé que no es lo mismo, aunque podría parecerse más en términos de maternidad y crianza. Pero antes de que te escandalices, te explico por qué.

Dar vida a un proyecto como este implica seguir una pulsión a la que no te puedes resistir. Se lo dije a mi jefe cuando tuve que renunciar: no podía evitar seguir mi camino, por loco que pareciese en mitad de la crisis de 2010. Y aunque le he estado diciendo a algunos clientes emprendedores todo este tiempo "lo primero es el plan de negocio, diseñar una estrategia, saber hacia dónde vas y poner ahí el foco"... luego no me escuchaba a mí misma. Porque yo sabía racionalmente que todo eso era necesario para ser la mejor empresaria que puedo ser. Pero algo más allá me impelía a seguir avanzando con lo puesto, sin planes ni objetivos estructurados, desde la confianza de que era capaz de hacerlo, desde una pasión inconmensurable por lo que hacía, desde la alegría que me provocaba una labor tan gratificante, desde una especie de certeza interior de que lo que estaba construyendo no era exactamente una empresa, o al menos no sólo eso, sino un aprendizaje interior de todo aquello que necesitaba para colocarme en mi eje. Un eje sobre el que centrarme, pero no como nos suelen decir nuestros mayores, "céntrate y déjate de tonterías"... centrarte significa encontrar tu centro, ese lugar en el que sabes que estás en tu sitio, haciendo lo que debes, siendo lo que has venido a ser.

Custom alt text

Lo contaba en septiembre en una conferencia que impartí en el CÓMO: cuando te mueves mucho parece que no sabes adónde vas, pero esto no siempre es cierto. A veces pasa que no estás mirando desde la suficiente distancia y que, cuando te alejas un poco, resulta que todos esos zigzags correspondían a una pequeñísima parte del mapa, que no es el territorio aún inexplorado en el que realmente quieres adentrarte. Así que ahora que he encontrado mi lugar en el mundo, quiero compartir contigo todo lo que aprendí por el camino. Aquella tarde también anuncié que me despedía de Quién Dijo Imposible, pero aún he tardado cinco meses en poder dar ese paso definitivamente. Como has leído al principio, una criatura no se puede abandonar así como así, al menos no sin hacer un duelo que te devuelva la paz.

Mi maestra de ayurveda me preguntaba el otro día: "¿Te has planteado que este trabajo era para ti?" Ante mi cara de estupor, aclaró: "Para ti, en el sentido de que tu actividad se la ofrecías a otros, pero lo que estabas cultivando era tu propia esencia. Esa mujer extraordinaria que genera resultados extraordinarios a partir de cosas ordinarias. Mira la profesional en la que te has convertido." Y no, no lo había pensado, es lo que tiene el saber popular, 'en casa del herrero, cuchillo de palo'. Lo que no he estado viendo todos estos años es que he dejado atrás varias facetas de mí que eran necesarias, pero que ya no son yo en mi plenitud. Elisa la economista, Elisa la comercial, Elisa la coach, Elisa la esotérica, Elisa la nerd, Elisa la geek. Todas son parte de mí y me han acompañado hasta ahora, que he dejado de sentir la necesidad.

La necesidad. Esa curiosa palabra, tan denostada porque suena a carencia, a pérdida, a pedigüeño. Nos negamos a aceptar que necesitamos cosas, personas, seguridad, afecto, reconocimiento, pertenencia, realización. Maslow en estado puro, han pasado varias décadas y seguimos pidiendo lo mismo. Aunque lo hacemos de formas más sutiles y mucho más enrevesadas, porque nuestros anhelos más profundos quedan tapados por la vorágine de fuera. Nos enredamos en la madeja del consumo desbordado, de los medios de comunicación cada vez más sensacionalistas y menos rigurosos, de la ausencia de silencio, de la hipersocialización o el aislamiento, incluso del consumismo espiritual, todas ellas variantes de nuestro deseo oculto de narcotización. Una droga que nos anestesie y haga que se callen las voces internas de la soledad, del miedo, de la ansiedad, del dolor, de la incertidumbre, igual que hacen las pastillas que nos autoadministramos cuando no hemos sabido escuchar a tiempo a nuestro cuerpo.

Custom alt text

Pero yo elegí la pastilla roja, la de salir de Matrix, la de la consciencia, la de caerse del guindo, la de 'si escuece es que se está curando'. Y como estamos en el siglo XXI, pensé que esa sería la tendencia generalizada, el # de la humanidad, y que así todos seríamos más felices y comeríamos perdices. De lo que no me di cuenta, porque me caí de muchos guindos pero no caí en la cuenta de este pequeño detalle, fue de lo astutamente incoherente que estaba siendo, pues no todo el mundo quiere más consciencia y eso hay que respetarlo, por mucho que me cueste entenderlo. Me había convencido de que tenía mucho que ofrecer a otras personas, a otras organizaciones y a eso le dedicaba todas las horas de mi semana laboral. Y eso mismo tenía ocupada mi mente también fuera del horario laboral. Porque si una decide ponerse al servicio, esa gorra no te la quitas para ducharte, claro que no.

Y entonces llegó mi guinda, en forma de reunión con un alto cargo de Acciona. Allí estoy yo, encantada de sentarme con un interlocutor de tanta altura, queriendo mostrarle todos mis recursos formativos, mi know-how en recursos humanos, mi buen hacer corporativo y mis herramientas de entrenamiento ejecutivo. 

Y allí está él, asintiendo y sonriendo, haciéndome preguntas y mostrándome cómo tienen resuelto cada aspecto de la gestión del capital humano. Y allí sigo yo, sintiéndome extrañamente segura y competente, mientras escucho con atención lo que a ellos les vendría bien desarrollar conmigo, mientras se abren ante mí nuevas opciones de futuro, nuevos reenfoques en mi forma de explicarme, nuevos productos y líneas de negocio, diversos destilados de su trayectoria muy valiosos para mí. Y a la vez los dos vamos soltando la tensión, la etiqueta social de cliente y proveedor, la rigidez de quien se sabe observado. Y vamos tomando aire con soltura, con la confianza que produce la empatía mutua, con la serenidad de quien percibe que aquí no se trata de negociar. Y la que empieza siendo una cita de cortesía se transforma en una riquísima conversación sobre directivos trasnochados, generaciones perdidas, viajes inesperados, citas literarias, bloggers y quién sabe qué más. Porque bajo las capas de barniz de su seniority habita un ser humano lleno de lucidez e inquietudes, que con su aportación contribuye a modelar un nuevo paradigma de empresa española que a mí, la verdad, se me antojaba mucho más lejano en un país como el nuestro. Así que salgo de allí con la agradable sensación de que, no importa si colaboramos o no, esa visita ha merecido la pena con creces. Y con la confirmación de que no importa lo que yo quiera ofrecer, sino lo que las empresas con cierta madurez en RRHH necesitan de mí.

Custom alt text

A la mañana siguiente vuelvo a mi día a día, a continuar con lo que tenía entre manos. Pero me ocurre lo que una de mis primeras clientas me regaló, gran patada al diccionario: que una vez que lo he visto, ya no lo puedo . He sido contagiada por la fiebre de la superación personal una vez más y de pronto ya no me bastan los proyectos que venía desplegando, ahora quiero volar más alto. Siento que soy una afortunada por todos y cada uno de los clientes que me han honrado hasta la fecha, porque me han enseñado tanto o más de lo que yo les haya podido facilitar. Y por eso mismo preciso ampliar mi radio de acción, porque ya no soy la misma, porque sin haber sido plenamente consciente, ese trabajo por dentro me ha ido configurando como una mejor persona, que es lo primero que hace falta para ser una mejor profesional. Así que decido que ha llegado el momento de dar un paso al frente, esta vez integrada dentro de alguna compañía que valore mi equipaje.

Y después de unos meses llega también la respuesta perfecta a ese radar, en forma de un workshop puntual pero lleno de posibilidades. La convención anual de Santander Private Banking, de la mano de Coocrea, que me descubre otro nuevo paradigma, el de una consultoría fresca y renovada. Un equipo ilusionado y variopinto, con una visión holística de la formación, un expertise que ya quisieran muchos gerifaltes y muchas ganas de disfrutar, ¿de verdad no soy la única? Quién-Dijo-que-sería-Imposible divertirse haciendo algo tan serio. Durante esos dos días he conocido otras formas de hacer, no sólo suyas sino de catorce colegas que me acompañaban. Porque para llegar a eventos así de interesantes no puedo pretender navegar sola, ni siquiera con el viento a favor. Es imprescindible unir fuerzas con otras empresas, otros locos soñadores como yo, que creen que la pastilla azul ha caducado, que creen y crean conjuntamente para evolucionar, que han dejado de buscar fuera porque se han re-encontrado alrededor de su propio eje. Consultoras como ésta, o bien empresas finales con una perspectiva del talento verdaderamente moderna, que priorizan servir a sus clientes, porque tal como nos explicómi profesor de fengshui, dar servicio consiste en satisfacer las necesidades reales del colectivo humano. Así de simple y así de complejo.


Custom alt text

Sonrío al pensar que esa intensa convención co-facilitada ha sido un magnífico broche de cierre para este vestido de aventurera en solitario que me quito hoy. Porque ahora son Elisa la formadora, Elisa la consultora de HCM, Elisa la conferenciante, Elisa la escritora, las que me piden salir ahí fuera y darlo todo. Y quierodevolverles la voz a todas ellaspara seguir avanzando. Estos últimos 7 años de espectáculo han sido la prueba definitiva de que la innovación y la gestión del talento son mi lugar en el mundo. Y 43 años de vivencias intensas dan para mucho más. Ahora quiero ponerme al servicio de una compañía que valore todo este bagaje, como directiva o como colaboradora, busquemos la forma en la que tu organización se encuentre más cómoda. Es la hora de llegar a clientes más potentes a los que sola lleva más tiempo acceder y proyectos más ambiciosos que requieren un equipo.

¿Y tú, qué puedes hacer si todo esto te resuena? Todos estos años, mis clientes siempre han llegado por “boca a boca” de otros clientes. Porque en algo tan complejo como las relaciones humanas, una referencia es algo fundamental. Así que te digo por qué podrías recomendarme: creo que soy la persona que tu empresa necesita en estos momentos, porque yo os puedo facilitar mucho la vida. Quitándote quebraderos de cabeza, sumando a tu equipo, optimizando tus rutinas, descargándote de trabajo, o ayudándoos en la transformación hacia los nuevos paradigmas. Y para eso, me vendría bien conocer tu opinión sobre cómo puedo beneficiarte a ti, a tu empresa y a tus clientes. A partir de hoy ya no voy a trabajar contigo ni para ti, ahora quiero trabajar en la mesa de al lado y con tus mismos objetivos, ¿hablamos?


Genero resultados extraordinarios

para todos los implicados. Déjame que te lo muestre.

Entradas recientes

Ver todo

Bendito Blue Monday

Hoy es Blue Monday y hace justo 1 año que estrenamos BenditoLunes . Un año lleno de desafíos, en el que nada sucedió como lo habíamos...

Comments


bottom of page